LUCIAN FREUD
EL PINTOR DE LA CARNE TRISTE
El Pompidou rinde homenaje al
cotizado artista británico
Cuando
Lucian Freud empieza un nuevo cuadro concentra todas sus energías en la causa.
"Trabajo en él como si fuera la mejor obra que he pintado, como la mejor
que nadie ha pintado nunca", confiesa Freud en uno de los vídeos de la
gran exposición inaugurada ayer en el Centro Pompidou de París, que rinde
homenaje al artista hasta el 19 de julio.
50 de sus creaciones más conocidas forman parte de esta retrospectiva, en la
que sobresalen sus devastadores desnudos de gran formato. Su amigo Francis
Bacon aseguraba que la desnudez del cuerpo humano le recordaba al escaparate de
una carnicería. Los cuadros de Freud parecen la prueba definitiva de este
parecido más que razonable. Sus desnudos son crudos y brutales, formados por
cuerpos retorcidos y pieles ásperas de tonalidad mórbida. "Quiero que la
pintura sea carne" es una de las grandes frases del pintor.
"Trabajo cada obra como si fuera la mejor que he pintado", ha dicho
Freud, un ermitaño de 87 años que huye de la feria de vanidades del mundo del
arte, ha fundamentado su obra en la relación establecida entre esos cuerpos
animales y el espacio físico de su estudio londinense, que ha convertido en
escenario de todos sus retratos. "El efecto que producen dos individuos
distintos en el espacio puede ser tan diferente como el efecto de una vela y el
de una bombilla eléctrica", asegura Freud.
Cada vez que este obsesivo artista comienza a pintar un retrato, puede llegar a
pasarse meses observando la luz que irradia su modelo sobre el lugar antes de
dar la primera pincelada. Freud sólo retrata a amigos, familiares, amantes y colaboradores.
Y jura que no sería capaz de hallar la profundidad de seres desconocidos.
"Conocer algo de memoria permite adoptar más profundidad que ver nuevos
lugares, por espléndidos e interesantes que puedan resultar", dice otra
frase reproducida en las paredes de la exposición.
Painter working, 1993
Naked man, 1991
Ib and her husband
La última vez que Freud expuso en París, todo terminó en el fracaso y la
incomprensión. Corría el año 1987 y el pintor seguía siendo considerado un
provocador nato, injustamente favorecido por ser nieto del inventor del
psicoanálisis. Más de dos décadas más tarde, Freud vuelve por la puerta grande,
convertido en el pintor contemporáneo más cotizado desde que hace unos meses el
multimillonario ruso Roman Abramovich compró su celebérrimo retrato de una
joven obesa recostada sobre el sofá Benefits supervisor sleeping (1995)
por 25 millones de euros.
Esta
nueva exposición repasa todas las facetas del pintor, incluyendo un ciclo menos
conocido formado por exteriores urbanos y sus cuadros inspirados en otros
maestros de la pintura. Entre ellos, una copia del Déjeuner sur lherbe
de Manet, aunque llevada una vez más a su terreno: los protagonistas aparecen
sentados sobre el suelo de su estudio. Lucian Freud expone también la serie de
retratos de personajes de la vida nocturna londinense que inició en los
noventa, entre ellos la drag queen Divine y el performer Leigh
Bowery.
La excepcionalidad que supone esta retrospectiva se confirma por la visita
sorpresa y casi clandestina que Freud realizó al Pompidou el domingo pasado,
saltándose su reclusión sistemática. Incluso apareció acompañado de algunos de
sus familiares. Una leyenda urbana atribuye a Freud más de 40 hijos, la mayoría
de ellos ilegítimos. La cifra ha sido recientemente rebajada por el asistente
del pintor, David Dawson, a "sólo una quincena, aproximadamente".
Autoretrato
Fuente: A.V. (10 de Marzo de 2010). PUBLICO.ES. Recuperado
el 2014, de Lucian Freud, el pintor de la carne triste:
http://m.publico.es/300756
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